sábado, 18 de abril de 2009

FELICIDAD

Que remontas tu vuelo
breve pájaro alígero
dibujando en las manos
lacerante vacío.

Que he sentido tu agua
de mis dedos sin nidos
escapar inclemente
como escapan los ríos.

Que he gozado la dicha,
en tu aire prendido,
de estrechar en mis brazos
tu breve sol esquivo.

Que grabaste un instante
intenso, loco, efímero,
en mi torso desnudo
con labios femeninos.

Que fundiste mis sueños,
enervado delirio
en oro azul de noches,
en crisol repentino.

Que te has ido y que vuelves
cuando miro abatido
tu cintura alejarse
entre brumas y vino.

Felicidad, mil nombres
en mis tardes te digo.
Fugitivo relámpago,
me recuerdas que vivo.

viernes, 10 de abril de 2009

SEMANA SANTA

¡Ay dolor, dolor sin lágrimas!
¡Ay amor, amor inmenso!
¡Aquellas tardes de asombro,
aquellos ojos abiertos,
aquel profundo temor,
aquel niño, aquel silencio!

Fuera yo aquel niño cuando las sombras crecían
y decían las campanas, mudas, la voz de los muertos.
“A los Santos Oficios, a los Santos Oficios.”
Zumbaba la carraca
Dios ha muerto, ha muerto Cristo
(de nuevo)
Fuera yo aquel asombro, aquel temor interrogante,
fuera yo tan pequeño bajo los mantos morados, bajo el vozarrón de los padres,
bajo el chisporrotear de los cirios entre los hoscos semblantes y rezos,
me dijeran:
“tú eres pecado, has matado a Cristo.”
Fuera yo tan pequeño…
“Fueron los judíos quienes te mataron, ellos son los malos.”
Las mujeres iban con sus velos negros, los hombres muy serios,
el cura salmodiaba rezos en latín,
la humedad y los cirios de efluvios plagaban la atmósfera,
el pueblo era todo, todo un cementerio
¡Ay mi pueblo castellano, procesión de Viernes Santo!
¡Ay aquel niño arrepentido de pecados que nunca cometiera,
aquel asustado niño,
aquel granito de arena tras de las cruces sintiendo
que soplaban en su espalda las ánimas de todos los muertos!
¡Escalofríos del niño que yo fuera
esperando que se rasgaran los velos,
que las tumbas se abrieran,
que temblara la tierra mientras Jesús conducía
aquella procesión de sombras, frío y yerto!

domingo, 5 de abril de 2009

INFANCIA

Al alba alborea el albar,
agujas vestidas de escarcha
-cristales y lágrimas- alzan
en clara mañana su afán.

Yo tuve una infancia pequeña,
cubrían las aguas del Duero,
cual cubren los años mi pelo,
memorias de piedras y arenas.

Yo tuve una infancia de arcilla,
de pinos, de sol, de caminos,
lejanos alcores dormidos,
un pueblo de adobes, y espigas.

Yo tuve una infancia de nube
que vaga en el cielo despierto…
Hoy tengo cenizas, recuerdo
de un fuego dormido en su lumbre.

Memoria, recuerdo, centella,
¡qué llama temblando en la vista!,
¡qué tiempo cansado, resina
de pinos que el alba clarea!