sábado, 30 de marzo de 2013

Un antiguo poema escrito durante el servicio militar obligatorio

Yo podría amarte,
tenderme cara al cielo y recibir tus besos,
empaparme en tus caricias suaves, lentas, casi ingrávidas,
sentir la humedad de tu aliento verde,
el tibio roce milenario de tus manos innúmeras,
la magia,
el arcano cayendo blandamente
sobre las colinas,
sobre la erecta primavera de los montes,
viniendo de la bruma lejana,
desde el cielo, a confundirse con el mar,
eterno maridaje, divorcio siempre eterno.

Yo podría amarte,
abrir mis labios y recibir tu lengua
larga, ondulante,
en ráfagas de ortigas,
sentir, húmedas, fértiles, tus manos en mi frente,
colgar tu diadema de perlas en mi pelo,
abrazarte podría sintiendo como escapas y quedas prisionera,
yo podría amarte cuando vienes a mí
oh fugitiva mecida por el viento,
amorosa virgen procreadora de vida,
de la inmensa vida que corre bajo mis pies,
me rodea y me admite en su coro de voces.

Yo podría amarte
oh lluvia de Galicia cayendo rumorosa
sobre mi traje caqui,
el traje que encima me echaron
como se hecha una cuerda al alazán del monte
o al descuidado cordero
para el banquete de Pascua predestinado,
como el nombre mío, la religión, la patria,
como el arado al buey,
como la mortaja al viento.
Oh, si, podría amarte, lluvia, sí,
si libre cayeras sobre mi corazón.

MOUGA (La Coruña), 1979

miércoles, 6 de marzo de 2013

ROJO SOBRE BLANCO




                          Escribir un poema desangra gota a gota
                                                       (Pablo le Riverend)


En el blanco papel de la mañana
dejo la tinta roja de mis versos
y estallan jubilosos universos
cuando no la tristeza más humana.

Desde la sangre escribo dolorida.
Por las venas abiertas os entrego
mi luz, mi viento. Un rojo río os lego
con palabras de sangre compartida.

Es la sangre que viene desde antiguo,
del primer balbuceo del idioma,
del silencio, del rezo, del aroma
que ensalza para siempre un don exiguo.

¡Oh, mínima expresión, un roce apenas,
origen de la lengua, de esta herida
que a borbotones deja tanta vida
sobre el blanco papel de negras penas!

¡Oh, verbo castellano, modelado
con la sangre de tantos corazones!
¡Palabras de raras gemaciones
por ribazos del verso enamorado!

¡Oh, voces detenidas un momento
por hablar de la muerte y de los ríos,
del polvo y de la mar, de labrantíos
y lunas, y -¡ay!- de amor y verde viento!

¡Oh, versos que quedaron por Granada
huérfanos de su voz, de su alegría,
de luz que Federico se decía
y se nubló en la tarde derramada!

¡Soledad del poeta en otro suelo
y en la cárcel más negra de su tierra!
Desterrados los versos no se cierra
esta sima crüel del desconsuelo.

Escribir un poema es darle al llanto
libertad, darle al fuego un árbol verde,
al mar darle un velero que recuerde,
varado, el viento azul, el roto canto

de los poetas muertos sin remedio.
Es levantar la sangre asesinada
por la calle de olvido adoquinada.
Romper el toro gris de lento tedio.

Y sangrar, y sangrar, sangrar a muerte
por las yemas sin alma de los dedos
y la oscura ribera de los miedos
mientras la luna mira y se divierte.

Apurando la sangre con que sangro,
abro mi soledad en esta entrega,
en esta llaga amiga y nocherniega:
abro mi corazón y me desangro.

Por las venas abiertas os entrego
el legado del verso que recibo
esperando, desnudo, el decisivo
momento de entregar mi vida al fuego.

Jesús Andrés Pico Rebollo
Poema galardonado con el Primer Premio en el XXVII Certamen Literario
Federico García Lorca, 2008, del Centro Cultural García Lorca AA, de
Nou Barris, Barcelona, fallado el 14-06-2008.