domingo, 31 de mayo de 2015

LA BIBLIOTECA CIEGA

(Mínimo homenaje a Borges)

Yo fustigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega
JORGE LUIS BORGES


Todo el vasto saber está en los libros.
Existe una alta y honda biblioteca ciega que los contiene todos.
Y acrecienta día a día el fondo que nos oculta y lega.
Y se halla en ella un libro singular, un libro de arena escrito en el idioma que a cada cual le es propio.
Un libro sin principio ni fin que los contiene y nos contiene a todos.
Un libro que no veremos mientras tengamos ojos.
Lo intuyó Borges en su clara ceguera.
Y tantos otros que le siguieron o precedieron, pues es circular el tiempo,
y nos legaron libros como faros en borrascosos estantes,
cantiles de tormenta donde la palabra se agita, gira, gime,
ambicionando ojos, dedos, mentes.
Hay una alta y honda biblioteca ciega, vasta como el mar,
infinita como las lenguas que nos unen y desunen,
donde todos cabemos para soñar y recrear mundos,
intuir lo que fuimos, lo que somos, seremos, donde quedarnos ciegos
para ver lo invisible, volvernos dementes por conservarnos cuerdos.
Abrimos mundos que la razón no alcanza y la fantasía olvida,
conversamos con los ojos y somos otros,
acaso el mismo lector que se repite.

DEL LIBRO ANTOLÓGICO "POETAS EN RED" BARCELONA, 2015

INTACTA PRIMAVERA


A Felicidad

la gracia de tu rama verdecida.
ANTONIO MACHADO


Inmóvil junto al mar de tus profundos
ojos donde la tarde deja brillos
nostálgicos de auroras, oleajes
recónditos, espumas de suspiros,
singladuras de sangre, malecones,
mareas y naufragios compartidos,
miro pasar los días y los años
trenzando la guirnalda del olvido,
poniéndole memoria a la ceniza,
llenando de agujeros los bolsillos
donde el amor se lleva y la esperanza,
guardando los ocasos en el libro
- como pétalos secos, como arena-
con renglones de lluvia que escribimos.
Suave como tu piel es tu presencia
más antigua que yo junto a mi mismo,
tersa la luz que le pones al instante
cotidiano y cubierto de rocío.
Tu corazón florece nuevamente,
ilumina mi otoño y mi destino,
siemprevivas y rosas son los besos
que dejas en mis labios como vino,
como miel y ambrosía, primavera
intacta, todavía paraíso
por donde voy pecando sin remedio.

En el lagar del alma tus racimos
dieron sangre de amor para otras vidas
que prolongan las nuestras y el camino
por donde lentos vamos reverdecen,
le ponen primavera al amarillo
cansado de la tarde, colorean
sus hábitos alegres y su hechizo
los retratos en sepia, tantas noches
que pesan sobre el cuerpo encallecido.
Son la magia, mujer, que nos devuelve
a los ojos exhaustos aquel brillo
que tuvieron entonces cuando éramos
esplendor y sazón y puro ritmo,
un no vivir de tanto desearnos,
vereda abierta y cierto desatino
que ofrendan los amantes cuando tienen
la vida por delante en alarido
y el tiempo sometido a su deseo.

Pesan las cicatrices y los hijos,
pesa el viento en el árbol deshojado,
los huesos fracturados o tundidos,
la nieve acumulada en las terrazas,
los besos del recuerdo, tanto frío
en la carne y el alma, recoletas
calles de la memoria y del olvido,
pesa la luz a veces y el silencio,
la existencia nos pesa como un grito,
un ulular antiguo y postergado
que el eco repitiera por los siglos.
Pesa el amor también y el tiempo pesa.

Pero leve es la roca, es el abismo
floreciente vergel, la noche luna
cuando la primavera entra contigo
eternamente intacta, exuberante
frente al mar, junto al olmo verdecido.


XXIV CERTAMEN DE POESÍA
“EL SEMILLERO AZUL”, 2015


2º PREMIO