jueves, 25 de mayo de 2017

CAMPESINAS Y ALADAS



Venían, campesinas, aladas, por el azul del aire y el surco levantado,
en el fresco desnudo de la mañana y el hielo roto de los cielos caídos,
en la pana diaria de gorriones hambrientos y labriegos sin tierra,
en la hierática distancia del halcón y la encina.
Venían a voz en grito por las calles sin polvo cuando el viento dormía,
por las calles ausentes del cementerio viejo y la luna del río,
por las eras vestidas y la amapola marchita,
por los pinos heridos y su sangre en la arena,
con el aroma caliente de pan y madrugada,
el mirar como ausente de lluvias y milagros,
la lenta aspereza de la espiga y las tardes,
el acre sabor de cosechas perdidas
y el dolor silencioso de la nieve en las tumbas.

Se posaban en los poemas de los poetas muertos,
los poemas prohibidos del exilio y la pena,
los poemas heridos sangrando por las plazas
y los cables tendidos hacia el sol del ocaso.

Llegaban heridas, mutiladas, se equivocaban,
decían pan por libertad y llanto por alegría,
en su plumaje refulgía el oro de pasados siglos,
ahuecaban a veces sus plumas superfluas,
decían amor y esperanza cuando moría el día.

Y tomaron mi mano.
Por callejas antiguas y veredas de tinta condujeron mis pasos,
me mostraron los mundos que con ellas crearon
desde el claustro de Silos a la América explosiva,
del romancero a Borges, de Cervantes a Paz,
de la aridez de Castilla a los Andes del cóndor.

Por el azul del aire y el mar que lo refleja,
como puentes tendidos, veleros de ida y vuelta,
venían, campesinas, aladas, las palabras.
Para darme la vida y darme Españas.

Jesús Andrés Pico Rebollo
SEGUNDO PREMIO OROLA DE VIVENCIAS 2017

EL POETA CANTA A SU AMADA EN UN OTOÑO QUE SEMEJA PRIMAVERA



¡Qué vasta primavera te recorre
como un río que el cauce remontara,
qué tierno pedestal tu pie depara
por levantar la luz como una torre!

¡Qué alta cordillera la mañana
va nimbando de sol para el olvido,
qué inmenso viene el mar, así dormido,
a poner en mi sueño ola temprana!

¡Qué súbito el asombro como un brillo
que brotara entre nubes para luego
descender en cenizas tanto fuego,
lenta herida de amor, romo cuchillo!

¡Qué sucintas las horas por el viento
sin saber cuando canta o cuando gime!
Detrás de los cristales se dirime
un dilema de luz y monumento.

Ecuestres van las nubes sin jinete
cayendo por los bordes de la noche.
Llevas la luz prendida como broche
y mis ojos afilan su estilete.

Se desmaya la tarde en tus pestañas,
desnuda en las pupilas de la luna
crepita tu mirada de aceituna
y mis noches, amor, velan montañas.

No cabe ya en mi mano tanto cielo
tendido en los albores de la risa,
tanto mundo de piel, tan pura brisa
confundiendo la yerba con tu pelo.

Femenina belleza en sus contornos
tendrá siempre la tarde que te ronda,
primavera en otoño, dulce alondra,
iluminado vuelo sin adornos.

Vocablos campesinos por los montes
de la infancia lejana se congregan
de tu cuerpo prendidos y navegan
escoltados por olmos y desmontes

hacia este mar que miro y que traspaso
con las flechas ardientes del olvido.
El río de tu amor ya lo he bebido,
ardió de sed el sol que ahora es ocaso.

Y ya tiembla de nuevo entre los chopos
la juvenil prestancia de sus hojas
amarillas de amor, porque recojas
en tu hato de luz mis dulces tropos.

¡Qué eterna primavera te germina
en este otoño o luz ya consagrada
que convierte el crepúsculo en albada
y el amor en cristal puro de mina!



XXVI CERTAMEN DE POESÍA AÑO 2017
EL SEMILLERO AZUL, 2º PREMIO