viernes, 26 de junio de 2009

TAN SÓLO SOLEDAD

La luna tiene ojos penetrantes, oscuros.
Sondea los volcanes y los pozos sin fondo
que guardan en la Tierra girones de su carne.
Es una diosa antigua impregnada de brea.

La Tierra tiene hogueras que adoran a la luna.
Desde un rincón oscuro los ídolos de arcilla
intentan la salida airosa por el Tiempo.
Pero hay polvo en el viento que rodea al planeta.

Los muertos y los dioses conducen por el cielo
una barca sin río hacia un ignorado norte.
Peregrinos de arcilla colmamos el periplo:
eternidad la noche, perennidad el día.

Pasan las primaveras, los hombres y sus obras
bajo el reloj de sombra, misterioso, sediento,
que conoce el secreto que ignoran los mortales.
pasa tu savia suave tan lejos de mi savia…

El tiempo es una mano de un gigante dormido,
inmóvil contra el cielo de un sueño reposado
o agitada en la cima de un turbulento sueño.
El tiempo es una mano y es un hombro la vida.





Una barca sin río mi existencia conduce.
Es tu amor tan distante un gigante dormido.
Estos versos que escribo son piedra de mi honda.
Barquitos de papel a tu océano lanzo.

Pero no quedan lábios o nidos de los besos,
pero no queda luna o mar de mi naufragio,
pero no queda tierra o lecho sin espuma,
pero no queda arcilla o libro de mi pena…

Tan sólo soledad y un grito que no sale
del corazón tan roto. Tan sólo soledad
y un profundo abismo bajo el cielo de plomo.
La soledad tan sólo para sentirme vivo.

lunes, 1 de junio de 2009

LA SOMBRA DE LA ENCINA

I
Tu sombra para todos
que pasan a tu lado,
aunque te digan árbol
o, sin verte siquiera,
no detengan sus pasos.

II
Porque no llueve y sopla el viento
tienen polvo las encinas.

III
Qué dura para el hacha
y qué bien arde
la leña de la encina.

IV
Bajo las acacias yo.
-Me quiere, no me quiere.
Recuerdo, no recuerdo.
Olvido, olvido siempre.-

Cabe la encina tú.
-Amor. Recuerdo. Nunca olvido.-

V
¡Ah, miradme perdiendo las palabras!
Quisiera ser encina
por no perder nunca la sombra.

VI
Sabor tiene la noche de tu cuerpo
a sueño entretejido –luna, bruma-,
confiada y dormida encina dura,
enorme y detenida bajo el viento.

VII
El mundo está bien hecho. Y la tarde
no se rompe al crepúsculo. Y la vida
es un viento que crece entre tus ramas.

VIII
Sol y sombra. Silencio
para escuchar al viento
que llega por un camino de juncos
levantando gemidos verdes
y se vuelve gris en las copas
de las encinas.

IX
Redonda como un mundo
la sombra.
Densa cual universo
la encina.

X
El anciano arrastra su larga
sombra cargada de años.
La vieja encina abre su inmensa
sombra poblada de años.

XI
Y tienes en tu sombra
heridas de balas,
heridas de amor,
heridas de tiempo…

XII
La aurora ha madurado:
ya es sol de mediodía
posado sobre tus ramas.

XIII
Y es que en los días de invierno
sobre si mismas las tardes
se ovillan, se recogen, buscan el sol
y el corazón de la encina.

XIV
Sombra apenas, encina muerta.
¿Qué queda en el tronco seco,
qué hojas, savia o viento?
Sólo un nido donde espera
sorprender a la muerte tanta vida.

XV
Detrás de cada sombra, cada sueño,
cada mar, cada muerte,
cada labio perdido
hubo sol, vida, amor, la gota inerte
del rocio. Hubo besos. Hubo olvido.

XVI
Me a-
petece
buscar
la sombra
de la encina.

XVII
Encinas que no me cobijasteis,
¡cómo recuerdo vuestra sombra!
Versos que no leeré,
¡os llevo en las sombras del alma!
Amores que nunca tuve,
¡sois sombra en sueños para mis dedos!