lunes, 1 de junio de 2009

LA SOMBRA DE LA ENCINA

I
Tu sombra para todos
que pasan a tu lado,
aunque te digan árbol
o, sin verte siquiera,
no detengan sus pasos.

II
Porque no llueve y sopla el viento
tienen polvo las encinas.

III
Qué dura para el hacha
y qué bien arde
la leña de la encina.

IV
Bajo las acacias yo.
-Me quiere, no me quiere.
Recuerdo, no recuerdo.
Olvido, olvido siempre.-

Cabe la encina tú.
-Amor. Recuerdo. Nunca olvido.-

V
¡Ah, miradme perdiendo las palabras!
Quisiera ser encina
por no perder nunca la sombra.

VI
Sabor tiene la noche de tu cuerpo
a sueño entretejido –luna, bruma-,
confiada y dormida encina dura,
enorme y detenida bajo el viento.

VII
El mundo está bien hecho. Y la tarde
no se rompe al crepúsculo. Y la vida
es un viento que crece entre tus ramas.

VIII
Sol y sombra. Silencio
para escuchar al viento
que llega por un camino de juncos
levantando gemidos verdes
y se vuelve gris en las copas
de las encinas.

IX
Redonda como un mundo
la sombra.
Densa cual universo
la encina.

X
El anciano arrastra su larga
sombra cargada de años.
La vieja encina abre su inmensa
sombra poblada de años.

XI
Y tienes en tu sombra
heridas de balas,
heridas de amor,
heridas de tiempo…

XII
La aurora ha madurado:
ya es sol de mediodía
posado sobre tus ramas.

XIII
Y es que en los días de invierno
sobre si mismas las tardes
se ovillan, se recogen, buscan el sol
y el corazón de la encina.

XIV
Sombra apenas, encina muerta.
¿Qué queda en el tronco seco,
qué hojas, savia o viento?
Sólo un nido donde espera
sorprender a la muerte tanta vida.

XV
Detrás de cada sombra, cada sueño,
cada mar, cada muerte,
cada labio perdido
hubo sol, vida, amor, la gota inerte
del rocio. Hubo besos. Hubo olvido.

XVI
Me a-
petece
buscar
la sombra
de la encina.

XVII
Encinas que no me cobijasteis,
¡cómo recuerdo vuestra sombra!
Versos que no leeré,
¡os llevo en las sombras del alma!
Amores que nunca tuve,
¡sois sombra en sueños para mis dedos!

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