sábado, 9 de junio de 2018

PENTADRAMA MEDITERRÁNEO


I

                                                      Cerca del mar
 porque  yo nací en el Mediterráneo
JOAN MANUEL SERRAT

Y frente a ti de nuevo, mar tan mío,
cielo antiguo de ánforas y de dioses,
tachonado de islas, velas, adioses
como nubes blancas de azul y frío,

llevo mi amor al fondo como un río
y dejo en tus arenas las pisadas,
breves sueños de eternidad, borradas
por espumas de sol y escalofrío.

Navego por tu tiempo cual navío
que siente en su velamen la caricia
de tus dedos de viento y de codicia
meciendo blandamente su extravío.

Dentro de ti me entierro, en ti me embriago
cuando en calma estival te finges lago.




II

            Cada día salen al mar desconocido cientos de personas
                                           huyendo del hambre y de la guerra.
    Muchas, incluso niños, encuentran en él la muerte.

Es el mar a veces, como la tierra
para el marinero, una tumba extraña,
un espejo de luz que el día empaña,
frágil cristal donde la muerte yerra.

Vienen huyendo, vienen… -¡Como aterra
lo desconocido, la telaraña
del futuro!- Huyen de la guadaña,
del hambre, del dolor y de la guerra.

Y van al dolor, el hambre, la disputa,
y van a la aversión más absoluta
lejos de la ciudad y de los puertos.

Sólo anhelan comer la ajada fruta
a este lado del mar donde los huertos
se alejan de la arena y de los muertos.




III

Y miramos el mar, cual si sintiéramos
que un oscuro naufragio nos convoca,
LEOPOLDO DE LUIS

Y te acercas, ¡oh mar!, a la ensenada, 
con tus ojos de perro azul sumiso,
dejando en las arenas impreciso
vestigio de una luna enajenada.

Y llegas, juguetón, de madrugada
con sueños de inundado paraíso
 cual si nunca tus olas, de  improviso,
hubieran roto un barco o una mirada.

Y me muestras apenas en tu seno,
mercancías sin puerto de destino,
 un fulgor transparente y asesino

que apresa entre sus redes tu alegría,
marineros de arena que algún día
 hallaron en tus aguas su veneno.




IV

                                                A la memoria de Martí Que i Quer.
 (Se lo llevó un mar embravecido mientras pescaba en la cala de Aigua Xelida, Palafrugell, el 28 de febrero de 2016. Tenía 43 años. Su cadáver fue recuperado por una barca de pesca nueve meses después en Tossa de Mar)

Llevó el mar un llanto de mujeres
a tu casa y hurtó tu cuerpo al cielo.
El mar que tanto amabas, brusco, en celo,
te abrazó, sierpe de espuma.
                                               Hay quereres

que matan y negros amaneceres.
La superficie calma como un velo
oculta tormentoso desconsuelo,
mitiga la tragedia que ya eres.

Eres pez y raíl en la mañana,
la sonrisa del sol que se nos fuera
en un atardecer precipitado,

recuerdo que la ausencia no profana,
memoria a quien la nada es compañera
porque el mar codició tu cuerpo amado.


V

                                                   El mar
                                                   que se cierra y se abre
como un libro con páginas de espuma,
LUIS GARCÍA MONTERO

Revestido de plástico y despojos,
camposanto de sueños y quimeras,
rota mentira azul, dime qué esperas,
dímelo, mar, mirándome a los ojos.

Y rómpeme la cara con los rojos
pespuntes de tragedias marineras.
Alíviame hasta el alma con salmueras
y avéntame el amor por tus rastrojos.

Y llévate los versos que te escribo
pues que tú vivirás cuando yo muera,
caballo de la espuma, dios altivo

descendido a la altura de pradera
porque ponga mi pie sobre tu estribo
jinete de la luz más pasajera.


Primer Premio en el
XXVII CERTAMEN DE POESÍA
C.A.L. SEMILLERO AZUL
SAN JOAN DESPÍ, 2018





martes, 5 de junio de 2018

PEQUEÑAS ELEGÍAS





Se fue muriendo así, muy lentamente,
trozo a trozo, muela a muela,
cabello a cabello, materia a cada golpe,
a cada óbito más irreemplazable.
Iba guardando sus casi muertes en un primoroso féretro
elaborado con las tablas desahuciadas
de algún mueble viejo sin cajones.
Quedaron fuera los dientes de leche
que encontraron sepultura en carcomidas puertas
o en una oscura y rica cueva de ratones,
algún sueño perdido, retales de epidermis
enredados en el polvo
y las uñas que cortaba a ras de piel los lunes
cuando creía en cosas simples
como que hay dios y que las nubes
se alimentan con agua de pantanos.

Tenía un hijo que escribía versos
para no aprenderse las coplas que él sabía,
un hijo que miraba los campos de otro modo
y hablaba del mar y de las nubes
aunque no trajeran la promesa de la lluvia,
un hijo que habría de hacerle inmortal
porque cada vez que moría un trozo de sí mismo
él le dedicaba una sentida elegía.

Por eso nunca quiso morirse de repente,
de un sólo golpe, seguro y perentorio,
si no de manera lenta, inexorable.


 Con este poema he sido finalista en el V Certamen Umbral de Poesía de Valladolid..
Tras un fin de semana lleno de poesía, reencuentro con poetas conocidos y nuevas amistades; tras recorrer los lugares donde viví mi infancia y juventud, regreso con las pilas cargadas. Y gran cantidad de libros y obsequios del Ayuntamiento y otras instituciones vallisoletanas.