jueves, 25 de mayo de 2017
EL POETA CANTA A SU AMADA EN UN OTOÑO QUE SEMEJA PRIMAVERA
¡Qué vasta primavera te recorre
como un río que el cauce remontara,
qué tierno pedestal tu pie depara
por levantar la luz como una torre!
¡Qué alta cordillera la mañana
va nimbando de sol para el olvido,
qué inmenso viene el mar, así dormido,
a poner en mi sueño ola temprana!
¡Qué súbito el asombro como un brillo
que brotara entre nubes para luego
descender en cenizas tanto fuego,
lenta herida de amor, romo cuchillo!
¡Qué sucintas las horas por el viento
sin saber cuando canta o cuando gime!
Detrás de los cristales se dirime
un dilema de luz y monumento.
Ecuestres van las nubes sin jinete
cayendo por los bordes de la noche.
Llevas la luz prendida como broche
y mis ojos afilan su estilete.
Se desmaya la tarde en tus pestañas,
desnuda en las pupilas de la luna
crepita tu mirada de aceituna
y mis noches, amor, velan montañas.
No cabe ya en mi mano tanto cielo
tendido en los albores de la risa,
tanto mundo de piel, tan pura brisa
confundiendo la yerba con tu pelo.
Femenina belleza en sus contornos
tendrá siempre la tarde que te ronda,
primavera en otoño, dulce alondra,
iluminado vuelo sin adornos.
Vocablos campesinos por los montes
de la infancia lejana se congregan
de tu cuerpo prendidos y navegan
escoltados por olmos y desmontes
hacia este mar que miro y que traspaso
con las flechas ardientes del olvido.
El río de tu amor ya lo he bebido,
ardió de sed el sol que ahora es ocaso.
Y ya tiembla de nuevo entre los chopos
la juvenil prestancia de sus hojas
amarillas de amor, porque recojas
en tu hato de luz mis dulces tropos.
¡Qué eterna primavera te germina
en este otoño o luz ya consagrada
que convierte el crepúsculo en albada
y el amor en cristal puro de mina!
XXVI CERTAMEN DE POESÍA AÑO 2017
EL SEMILLERO AZUL, 2º PREMIO
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