miércoles, 18 de febrero de 2009

SOLEDAD


Que por el monte de Venus 

margos sátiros vienen,

lánguida lluvia de tardes, 

núbil soledad de peines, 

ristes dedos de muchacha

que la colina descienden. 

Borra el viento los contornos

y dibuja palafrenes

desbocados Fantasía.

¿Quién dibujará en tu frente

corazones de amaranto?

¿Quién segará trigo verde?

Fríos labios del espejo

besan tus labios calientes.

El río desnudo abraza

una cintura de sierpe.

Estallando en la penumbra

volcán de pechos y vientres

penetra por las ventanas.

En la casa nadie duerme.

Vagan muñecas sonámbulas,

de chocolate los dientes,

en la noche de desvanes.

Y gimen por las paredes

canciones cojas y ciegas

sin nadie que las recuerde.

Qué cuerpos crepusculares,

cuerpos de nunca que vuelven

por el cielo y por las ramas,

en tus pupilas rebeldes.

Qué profundidad nocturna

se viene por los parterres.

Qué frescor llama a tus venas.

Corre, corre, corre, vente

que la luna quiere amarte.

Corre, corre, corre, vete,

vienen mujeres preñadas.

Sólo piedras pare el vientre,

rocas grises sin consuelo,

nubarrones de las sienes.

Piedras, nubes, piedras.

Piedras y esa alegría demente

de nuestro fluír repetido,

alegría de las fuentes.

Soledad, lava tu rostro

con ceniza de los viernes,

libra tu cuerpo nocturno.

Soledad, que bien me quieres,

qué bien conozco tu nombre,

nombre de alfalfa y de nieve,

urdimbre de nada y viento

hecha de lluvia y de siempre.

Con el torso de la tarde

acorazado de gente

recorro tu cuerpo romo

herido de larga muerte.

 

De “Siete romances de nombre amargo y un romance sin nombre”

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