Era otoño y el viento levantaba
las hojas de tu falda,
en tus muslos yacían
las arenas del alba.
Era otoño y evidenciaba el cielo
el final del verano.
Sobre tus duros senos
la sombra de mis manos.
Era otoño. Caían de tan alto
los soles amarillos,
los besos requemados
con su sabor a estaño.
Era otoño. Se aromaba de olvido
el hueco de tu cuerpo,
dejaba en los rincones
la tarde su recuerdo.
Era otoño y un polvo sometido
ponía en las aceras
sus manos sin olores,
su lejana tristeza.
Era otoño. Miraba aquella luna
desnuda entre las nubes
que el viento, no mis dedos,
acariciaba lúgubre.
Era otoño. Las palabras llovían
con su lenta nostalgia.
De tan casto el ocaso
se vestía de barro.
Era otoño. Se aposentaba el frío
al fondo del armario
donde guardo la risa,
los besos, los suspiros,
los días, la ceniza,
tu morena fragancia.
Es invierno y emana
de mis dedos un cierto olor a humo.
Es primavera y tus versos dejan un aroma de flor nueva y rediviva.
ResponderEliminarUn abrazo.