domingo, 6 de julio de 2014
LA CASA
Ojos tiene la casa
abiertos para el día,
para el rayo de sol
como una sutil mano
que al polvo acariciara
todo estrellas diurnas
en el universo íntimo
de las habitaciones.
Ojos tiene la casa
abiertos a la vida,
a la mañana en venta
vociferante y fresca.
...
Tiene la casa oídos,
escuchan las paredes
y graban los cimientos
palabras y susurros,
la cotidiana lluvia
de silencios y frases
que dejamos caer,
con desgaire, al olvido.
Tiene la casa oídos
para escuchar atenta
su propio esparcimiento,
su paz y su silencio.
...
La casa tiene manos
como aves que se posan
entrañables y leves
al tocar la pared,
el aire familiar,
los objetos que guarda
en su interior de madre
con un celo de esposa.
La casa tiene manos
para ordenar las cosas
y dejar siempre abiertos
al tacto sus secretos.
...
La casa puede oler
su propio olor a vida,
a membrillo y a ropa,
a argamasa y adobe,
a cocina y descanso,
a juego, amor y fuego,
oler por los rincones
y en el ámbito terso.
La casa puede oler
el olor que dejamos,
el olor limpio y fresco
del sudor y del beso.
...
Tiene la casa labios
para beber, besar,
saborear la viva
inquietud de sus gentes
en la dulce quietud
de las estancias mudas
que hablan para quienes
desean entenderlas.
Tiene la casa labios
para gustar el néctar
de las abejas fieles
a sus cuatro paredes.
...
Vida tiene la casa
para vivir su cuerpo,
para vivir el ritmo
del cielo, de la calle,
para vivir las vidas
que viven dentro de ella,
llora bajo la lluvia,
ríe sobre la fiesta.
Vida tiene la casa
pues que nosotros somos
la casa y habitamos
nuestros muros humanos.
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