sábado, 17 de agosto de 2024

LOS OJOS TRISTES DE LOS PUENTES




no hay día

que no me asome al puente

viejo

de mi vida,

KARMELO C. IRIBARREN

 

La vida lenta, como un ojo

de puente por donde pasan las horas

de las piedras, de los caminos,

VICENTE RODRÍGUEZ MANCHADO

 

 

 

I

Me ha devuelto la lluvia

—polvo que soy—

del cielo al suelo    

para que me huellen los pies,

los cascos y la noche.

 

Me ha devuelto la vida

un corazón malherido

acorde con los pasos

que se oxidaron un día

y duelen como el tiempo.

 

Me han devuelto las sombras

a la sombra tranquila

de poetas y soles,

a los mares ardiendo,

ceniza de mis días.

 

 

II

Me hubiera gustado vivir

de alguno de los oficios

que deseaba ejercer

de niño,

amar un sueño tangible

como un río,

haber escrito un libro, uno tan solo,

que me salvara del olvido.

Moriré, favila en el viento,

como todos los fuegos que han ardido.

                                                                      

                                

III

El viento que acama la mies

y sostiene alas, con rumor

de pinos, mirar lejano

y manos de agua,

penetra por el dintel,

corazón abierto al campo,

y sabe a mar, y huele a libro.

 

Y sabe a mar y huele a libro

como las manos

de los poetas muertos

este callado instante

tan brevemente eterno,

abierta la puerta al campo

como un corazón abierto.

 

 

 

IV

Y mira el poeta que fue aire

desde el alfoz oscuro

las torres levantadas por el sudor y los siglos.

 

La ciudad —historia y llanto— rodeada

de viento y arrabal, alto murmullo,

se expande más allá de sus límites

y cambia de peinado, de esperanza

revestida se cubre de silencio.

 

Esto escribes, pero en realidad

miras la ciudad desde tu atalaya confortable

y quisieras elevarte más por un aire limpio de ascensores

pero son resbaladizas y caras las alturas.

Lamentas que las lágrimas de luz no te dejen ver las estrellas

y fotografías cada mañana el amanecer       

desde una ventana con geranios y palomas en blanco y negro.

 

 

V

Uno puede tener momentos líricos

y parir realmente algunos buenos

endecasílabos y hasta sublimes

versos cadenciosos y bien rimados,

lograr un cierto ritmo con los dedos 

y hacer que las palabras cobren vida

como aquellos poetas que aparecen

en los libros de texto consiguieron,

lograr reconocimiento, ganar

premios y, por algunas amistades,

creer ser un poeta con futuro

aunque se tenga un pie dentro la prosa

y otro bailando al son de la tristeza. 

 

 

VI

Asesino consciente del poeta
que me habita me da por desollar
poemas y orearlos a la vista
de todo aquel que pasa por la calle.

 

 

VII

Nos han robado

—¡tantas veces!—

el mes de abril.    

 

 

VIII

Yo estuve allí

y vi caer la vida

en agraz, cuando más duele.

 

Yo estuve allí,

en la alta esquina del viento.    

 

Tuve patria donde largas olas se tienden

sobre el vago vestido de las playas del sur.

Tuve sombra sobre una hamaca de versos.

 

Hoy soy pasto de sombras.

 

 

IX

No seré vate consumado,

ni siquiera me llamarán poeta,

pero habré jugado —Roma, amor—

con las palabras

en este breve espacio

que termina.

 

Las palabras son las mismas

pero tienen un punto de cansancio,

una imperceptible arruga

debajo de los ojos.

 

Y pasean con nosotros

su tiempo consumido.

Mariposas o rosas, las palabras

revolotean de la luz a la sombra,

entre sombras y luces, vagas, alígeras;

se posan sobre el tiempo en rama:

que decir y besar son todo dicha.

 

 

X

Mi madre era sorda

—no oía pero escuchaba—

y tenía los ojos azules

como el mar que descubrió

en la última tarde de la vida.

 

Yo me he quedado sin mar

y terriblemente sordo.

 

 

XI

Lo poco que yo sé

no me lo ha enseñado nadie

y lo he aprendido de muchos.

 

 

XII

Verticales la lluvia y el veneno,

horizontales el amor y la noche.

Y la sombra poniéndole

cuadros negros a la vida.

 

 

XIII

De polvos de luz

lodos tronantes.

De luminosos poemas

sombras silentes.      

 

 

XIV

No me olvidé de nacer,

si lo hubiera hecho tal vez

hubiéramos ganado un poeta.

 

 

XV                                                  

Los ojos tristes de los puentes,

los resecos ojos de este verano eterno,

ven pasar polvo y viento

por el cauce del agua.     


Galardonado con el cuarto puesto y botijo de barro en las LVIII Justas Poéticas "Ciudad de Dueñas", 15 de agosto de 2024.