asesinados
oficialmente a las doce de la noche.
Pero se han ido muriendo
de inanición,
desgana y desaliento,
hora a hora, instante a instante.
Pero se han muerto lentamente
famélicos y enfermos,
o en bruscos atentados,
víctimas de sus propios sueños,
las guerras y el miedo,
devorados por la tierra
que de repente
abrió sus fauces
y no pudo recoger más llanto
caído de los cielos.
Pero han ido quebrándose paso a paso,
rompiéndose en pedazos
que recogen y mezclan
-aún el año está en capilla-
periodistas
y amigos de frías estadísticas,
recogen y maquillan políticos sin norte,
los dueños de las cosas.
Y hay muertos para todos,
de días
felices, desgraciados,
que por fin enterramos.
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