viernes, 27 de julio de 2018

MEMORIAL DE DERROTAS


MEMORIAL DE DERROTAS   

A veces, mientras los árboles del atardecer
se despojan de luces y de sueños, me da por pensar
en todo lo perdido, en  lo que nunca ganamos,
en  esta ausencia o sombra que nos nace sin razón o motivo
y portamos como atávico legado en las manos desnudas.
Venimos del territorio común del desencanto,
derrotados en batallas anteriores a la guerra
emitida a diario en trincheras amarillas,
batallas que perdimos antes de esta lucha encarnizada
que mantienen cada noche los perros con la luna.
De la oscura tronera de la nada venimos,
del vientre blanco de casas encaladas,
el adobe dormido en la siesta de agosto
y el espejo desnudo del agua dura de enero
quebrado por los pies de tantos muertos.
Nacemos conquistados, celebramos días rojos
con la sangre reseca de todos los vencidos,
los días señalados en el sudor de los calendarios,
las fiestas nacionales de los tristes,
la imposible victoria del sueño contra el alba.
Venimos de derrotas antiguas y olvidadas,
ocultas por el polvo que cubre los vestigios
de estatuas suntuosas, asoladas, vencidas
y camufla ciudades que un día florecieron
para marchitarse luego en el oscuro olvido
que propician el tiempo, la sal y las cenizas.
Venimos de derrotas cercanas que aún nos duelen
como duelen los muertos sin nombre reclamando
su lugar en la tierra, un fosa, una lápida
que recuerde su muerte, la última pirueta
al impactar la bala asesina o perdida
inundando de rosas el aire y los pulmones.
Pasean banderas sometidas su sed de patria
cuando celebra el pueblo sus derrotas
y la semilla del óxido tergiversa razones,
pasa el viento cubriendo los fracasos
y relega a rincones hojarasca de olvidos.
Venimos del territorio común del desencanto,
celebramos derrotas para sentirnos vivos
y vestimos de luz olvidados pendones.
El tiempo nos somete al polvo y la desidia
y clarea el sol una mañana incierta,
el día elaborado a base de mentiras.
Somos parias del engaño, derrotados sin lucha,
vagamente conscientes de contiendas perdidas
y vamos subsistiendo sin armas ni adalides,
mendigando la sombra de robles centenarios
y estrellas que no alumbran en la noche cerrada.
Y vamos a la muerte sin honor y sin sangre.
Afrontamos la verdadera derrota de la vida
con sangrante ironía, con esperanza estéril:

También los vencedores saben que perderán la última batalla.



Primer premio en el
III Concurso Internacional Litteratura de  Poesía, Barcelona, 2018

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