1
Tal
si fueran arroyos de montaña
rápidos
brincan versos, de tan breves
casi
eternos.
2
Qué
triste mi corazón calle arriba,
calle
abajo del olvido.
Qué
triste va mi corazón tan triste.
3
Ya
la noche vencida se retira,
sus
pertrechos de sueños o de copas
se
olvidan o se rompen con el alba.
4
Bienaventurado
tú, desmemoriado,
feliz
ya sin olvido posible.
Vivo
presente sin gris
recuerdo
que te posea.
5
La
belleza no está sólo en las cosas,
en
su interior secreto y en la cara,
en
los ojos también con que se miran,
también
en las palabras que las nombran.
6
Si
rayas el azogue
de
los espejos
dejarás
al cristal
sin
sus recuerdos.
7
En
la tarde deshojada
qué
trágico es el olvido
ahora
que lo que no veo
pesa
más que lo que miro.
8
Como
el roble con sus soles quemados
se
desnuda y se acuesta
en
lo hondo del monte
también
el amor oculta las cenizas
de
un rescoldo otoñal.
9
Hay
que ser poeta y morir en el intento
de
crear el poema más hermoso y cumplido
aunque
nunca entendamos quien nos dicta los versos.
10
Yo
tuve un sueño y un río.
El
sueño no se ha cumplido.
El
río ya no es el mismo.
11
Mi
corazón, caracola
de
este mar bajo y salado,
mi
corazón apagado,
¿quién se lo pondrá al oído?
12
Encima
de las cuartillas
y
debajo de las camas
brinda
el polvo sus laureles
y
oculta rostros, palabras.
13
Volveremos
a ser
lo
que fuimos siempre:
laberinto
sin salida,
territorio
de ausencias,
polvo de olvido.
14
Beberé
agua de mar
hasta
que mis labios
sean
montañas
mínimas de sal.
15
Como
negro café
la
vida
se
bebe a veces
de
un solo trago amargo.
A
sorbos
en
el mejor de los casos.
16
La
rosa dice
lo
que la boca no sabe, alcanza o calla.
Es
el gesto, la mirada
de
amor que renueva el mundo.
17
El
poema que soñamos
o
el otro que a la memoria
confiamos
se
perdieron, se olvidaron.
En
la aurora canta el gallo
y
no lo oímos.
18
El
olvido
para
mí,
la
cicuta.
Yo
persigo
la
orfandad
del
poema
cuando
escribo.
19
Deja
que caiga en el cesto
de
las tardes sucias el día.
Mañana
lo lavará el alba,
lo
centrifugará el viento,
el
sol lo secará para ponértelo.
20
El
toro de la tarde,
negro
zaino de tiempo,
tiene
sangre cuajada
en
su luna de hueso.
21
De
mayor seré cadáver.
A
una isla desierta soledad
llevaría.
Salvara, como Cocteau,
de
un incendio el fuego.
22
Ahí
hay dolor,
sobre
las sábanas confusas,
¡ay!,
del amor.
23
Que
sencillo es quererte.
Que
difícil a veces
decirte
que te quiero.
24
De
dolor retorcidas
paren
las cepas
mundos
redondos,
sueños
de tiempo
25
Que
no se calle el viento,
que
se nos lleve
la
palabra
lejos
del labio.
26
De
barro y paja
levantaremos
la casa,
adobe
a adobe,
lágrima
a lágrima.
27
Y
bajarán las lágrimas
torrenteras
del rostro.
Tal
si fueran arroyos remansándose en ríos.
Accésit
20º PREMIO DE POESÍA "MEMORIAL JOSÉ
LÓPEZ GARCÍA"
BARCELONA, 2019
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