A la memoria de Almudena Grandes
Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,
acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.
LUIS GARCÍA MONTERO
I
Somos
hijos de nuestras lecturas,
innumerables
padres y madres nos forjaron
desde
mi mama me mima hasta el infinito en un junco
o el
libro de arena que nos contiene en un estante
oculto
de la inmortal biblioteca ciega, o el cementerio
de
los libros olvidados, o los mundos mágicos
de
Oz, Barcelona, Vetusta, Macondo, Comala…
Escribimos
para perpetuarnos en afines lectores,
en
los ojos de aquellos que descubren nuestro mirar como suyo
y en los de quienes nunca leerán un verso, un
párrafo,
una
página en blanco donde nada ocurre y un universo cabe.
Somos
las sílabas heredadas que recolectamos y legamos
con
la vana ilusión de crear un idioma, hacer un mundo
en
una lengua que nos sobreviva cuando, como tú,
nos apartemos a un lado del camino por donde fuimos
derramando palabras, o viento, o lluvia, o amor…
II
Porque
no hay edades que no sientan la erótica carga del llanto y la ausencia,
ni
corazón helado por esta España tan machadianamente tuya
—la de
los aires difíciles y castillos de cartón, la de los besos
en el
pan y en la boca amarga del abandono— que no llore tu partida.
Bailamos
un tango interminable como un río o como un nombre
en
la amplia geografía humana de cualquier viernes desierto y negro,
buscamos
la alegría, eternamente Inés, y Malena, Manolita, Lulú…
pacientes
deudores de una guerra interminable, lectores
de las
vidas que nos diste, con esa letra grande de las madres
en las
celebraciones y las derrotas, con ese vocabulario de los balcones,
de
estaciones de paso y herida perpetua,
palabras
eternas en dulce maridaje de poeta y narradora.
III
Bajo
la luz quemada y con frio en los ojos pasamos como nubes de ciudad,
con
la historia desnuda de nuestras vidas oculta en habitaciones separadas,
con
esta suerte frágil de vivir con tu nombre aún en nuestros labios,
con
puertas silentes en la espalda y un murmullo de agua,
con
besos tan dorados como el beso aquel de la memoria,
con
el tiempo sin tacones y el habla de los jardines extranjeros,
con
las ramas muchachas y difíciles de las palmeras altas,
con
ese sueño tuyo que no puedes ya contarnos,
testigos
mudos de la historia donde van a esconderse los últimos abrazos
vamos,
sin idiomas, de nuestras soledades a la tuya,
escogiendo
nuestras derrotas como si alguna vez no hubieses existido,
porque
somos ya diciembre como el cadáver blanco de los ríos,
y
no sabe de amor quien no ha perdido, por amor, una casa,
porque
ya conoces los vientos, la lejanía y la piel de la noche
y
tu nombre lleva el invierno encerrado en sus sílabas
como
nieve de olvido para aprender a recordarte,
porque
no estás aquí y nadie sabe dónde acaban los sueños.
IV
Federico
García lleva de la mano bajo la luna triste de Granada
a
Luis García Montero, cervantino y desolado,
y
se queda Rota con su nombre a solas,
Alberti,
blanca melena al viento, entra en la ciudad como en un libro,
Miguel
Hernández te sueña en su encierro con los ojos abiertos
y
Antonio Machado rompe en dos el corazón como aquellos versos
que
recordar no quiso. Julio Verne presagia a tu lector y Galdós
pinta
las calles y mentideros de la capital que espera tu llegada
para
sentir un soplo de aire fresco entre el olor secular de la miseria.
Madrid
te nacerá, rompeolas de todas las Españas, para dejarte al fin
en
la última página de arena que nos cuenta.
Apenado
y solo recojo sal de llanto, palabras:
palabras
tuyas, de ellos, de todos los que han sido
sobre
la tierra nuestra, palabras para sobrevivir
al
dolor de tanta ausencia, tanta humillación,
tanta
derrota, tanta luz apagada, al dolor,
tú
lo sabes bien, de ser mujer o ser poeta.
XLIII Certamen de Poesía Pluma de Oro, Alcorcón (Madrid), 2023.
No hay comentarios:
Publicar un comentario