Ayer, en Cambrils, se presentó este magno volumen llamado a ser histórico por la nómina de colaboradores, muchos de indudable valía en el ámbito cultural. Esta es mi aportación:
RUMOR DE AGUA REDONDA
A Ramón García Mateos
I
He despertado esta mañana
sin la cal de los muertos en la memoria. Sin la amnesia del tiempo y la alegría
de estar vivo.
He abierto un libro como
se abre una herida con las primeras navajas de la brisa, he violado el recinto
de las palabras y ha sangrado el mar y los volcanes han llorado ceniza
nuevamente.
Ramón observa desde el
territorio de la ausencia y ve más allá de los hombres, más allá de la vida,
porque nos muestra su inmutable verdad
de destierro y sementera.
De una eterna voz dicen
los álamos su viento y su canción en las márgenes del sendero y los arroyos.
De ronda y madrugada,
desde el abismo del cuerpo y de la luz, los versos de Ramón caen como lluvia
fértil sobre la besana de la memoria.
Como el faro sin luz de
la tristeza atenúan su dolor de abierto pecho poniendo morfina en el corazón de
poetas y lectores, o poetas lectores, o lectores poetas.
Abro un libro como se
abre el campo y se amelga un poema esparciendo la vida.
Abro la mirada al
Mediterráneo y aparece un albo cerro transfigurado.
Ahora descansa la luz,
que no se apaga, porque la noche es aún
joven y conoce los versos que escriben los poetas en cantinas y sueños lúcidos.
También descansa el
hombre que sabe quién es desde la aurora, descansa junto a sus poetas en
connivencia nocturna para dormir de madrugada
y soñar el poema que escribió sobre el mármol veteado de alcohol.
Descansa con los suyos y
escribe en silencio.
Y es que ya no escribimos
en los bares. Que los bares son para otros menesteres. Es tiempo de pandemia y
somos más viejos y vulnerables.
Cierto que la vida se
mide por los versos dados y aún tenemos metro y labios para rato. Pero ya no
escribimos en los bares. Ni asistimos a clase.
Usamos mascarilla y nos
jubilamos mientras esperamos a los amigos en un alba de cerveza y endecasílabos porque se ha de celebrar la
vida.
Celebrar la vida y legar
la memoria en un otoño de botillo y ribera, viejos cantares y coplas de varia
intención. Celebrar la vida nueva con los amigos viejos.
Después de tanto andar, o
desandar, vuelve la vida, un jardín al oeste de ebriedad y conjuro, de color y
paisaje. Un liceo cerrado al oriente presiente las barbas de los héroes
cruzando las miradas, cruzando por los claustros donde se abren las puertas del
alba y la nueva juventud toma los remos.
Es ley de vida. De tu
vida, Ramón, ahora más tuya.
Salamanca
y Tarragona van de la mano. Memoria de tu ser, te brotan de los ojos y las
hacemos nuestras, negro sobre blanco, para brindar en vida por la vida y su
don, el recuerdo de abril y el otoño dorado.
Y
que corran los versos por labios y por copas y un poema en barril.
III
Hay un rumor de agua
persistente en la memoria. Agua que movió molino y agua sin oficio. Agua de
versos, agua de amor.
Y un golpear de vidrio
contra el mármol de las mesas como queriendo contar las sílabas de un verso
bañado en alcohol y sueño.
Tú sabes de dónde vienes
y yo lo testifico. Es tuyo este rumor de agua que nos acompaña en esférico
paseo.
Los buenos poetas generan
complicidades. Nos sentimos deudores de versos, amigos de sus pasos.
Y es bueno reconocer
nuestra gratitud cuando la vida nos debe aún momentos de alegría. Y beber
un buen caldo —Priorat o Ribera— para
pasar el botillo caliente de un poema, mar y montaña, con la edad ya cumplida y
el agua en la memoria.
Sabes de dónde vienes y
cuál es tu sitio. Yo te abrazo, hermano, y brindo contigo.
Tenemos la misma patria
de viento y niebla que alberga a los poetas y los sueños.
Desde entonces guardo como oro en paño aquel ejemplar de De una eterna voz, dedicado por ambos. Desde entonces sigo la trayectoria de Ramón,
sabedor de su inmensa calidad y tengo la suerte de haber compartido algún
momento a solas con él.
—Aún tenemos pendiente una tarde de botillo con otros poetas
amigos que el malhadado COVID ha
postergado—.
Ramón, como todos los grandes poetas, es sencillamente humano
y cercano. Cuando Juan López-Carrillo me propuso participar en este homenaje en
vida que sus amigos le preparaban con motivo de su jubilación, me sentí
halagado y comencé a gestar el poema Rumor de agua redonda,
intentando estar a la altura que merecen su genio y su amistad.)
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