Serán poetas amigos, conocidos sobre todo en los últimos 15 años, personalmente o a través de la red. A algunos ya los he incluido en Poesia a trenc d'alba, el grupo de Sabadell del que soy socio fundador y que viene desarrollando una meritoria e intensa labor cultural en la comarca del Vallès. Habrá poetas consagrados que han influido en mi escritura o, sencillamente, su lectura me resulta particularmente interesanrte. En algunos casos tomaré como referencia la obra publicada que poseo de ellos. Procuraré hacer una breve reseña biobibliográfica o anecdótica explicando o no el porqué de su elección. Naturalmente varios repetirán entrada.
Mis primeras lecturas de poemas se remontan a la enciclopedia, ahora dudo si Álvarez o Bruño, de mi hermana. Aunque era más aficionado a la historia sagrada y a la historia oficial del régimen, incluso a las decripciones de geografía y a las vidas de los escritores y otros personajes bendecidos por la censura que a la obra en verso. Posteriormente en los libros de texto de primero de bachiller leí, que recuerde, varios episodios de Platero y yo, el Recuerdo infantil de Don Antonio y alguna canción de Federico. Tampoco había mucho más donde rascar. Ya enfrascado en unos estudios tan alejados de las humanidades como era la formación profesional en la rama del metal, curiosamente me fui aficcionando más al verso. Si, a los 10 u 11 años, en el colegio bilbaíno y frailuno donde el hermano reclutador y una beca me habían instalado, memoricé y recité ante una nutrida concurrencia el romance de la derrota de Don Rodrigo recibiendo entre aplausos una estampa milagrosa de no sé que virgen o santo, con 14 me aprendí de corrido la canción del pirata del amigo Espronceda, las encinas de Don Antonio y la ínclita marcha triunfal de Rubén, entre otras composiciones que figuraban en los libros de texto de literatura y que ahora no me vienen a las mientes, quizás porque estas tres iban a ser algo así como mi padrenuestro lírico y reminiscente. En este otro colegio de nombre altisonante, Cristo rey, vallisoletano y regido por jesuítas frecuenté al menor de los Machado y a Juan Ramón, a Lorca y Aleixandre, también a Miguel Hernández, descubrí las publicaciones de Zero/Zyx y escribí mis primeros poemas. Llegué después a las dominicales mañanas de la biblioteca de la casa de Cervantes donde acudía a escuchar poesía cuando me era posible y donde recité por primera vez, ante un entendido senado que vaticinó que había poeta, mis poemas. Tenia 18 o 19 años y el verso que aún está por escribir ya me rondaba la frente de laurel. Mi biblioteca iba creciendo poco a poco y mis lecturas y nómina de poetas se iban ampliando. Intenté publicar mi primer libro y decidí, que sin descartar la prosa, caminaría por la vereda lírica de la vida.
Pues bien a los poetas de estos primeros años y a los que he ido descubriendo y conociendo a salto de mata tiempo después, traeré hasta este recinto de vez en cuando en una selección personal exenta de doctrinas, academicismos e ideologías. Tan sólo afinidades literarias o circunstancias de vida serán criterio o principio de la selección, teniendo en cuenta mi formación autodidacta e ignorancia en muchos aspectos de la historia de la literatura fuera de nuestras fronteras e incluso dentro de casa.
Dicho queda.
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